Real Sociedad

El viaje toca a su fin

Anoeta vivió el mayor drama de su historia cuando el gran artífice de la remontada no materializó un panalti que les dejaba a un punto

Han sido cuarenta años de enorme felicidad pero el viaje toca a su fin. Han sido cuarenta años en los que la camiseta txuri urdin nos ha hecho sentirnos orgullosos, nos ha hecho emocionarnos y nos ha hecho reir y llorar. Pero el viaje toca a su fin. Cuarenta años que algunos no hemos tenido la ocasión de disfrutar en su integridad, pero que hemos vivido de la mano de los que si vivieron el ascenso de El Molinón y nos dijeron que nunca volveríamos a los infiernos. Y a fuerza de repetir milagros, y a base de ser tan grandes en todos los campos de Primera, nos lo habíamos llegado a creer. Pero el viaje toca a su fin. Han sido cuarenta años en los que algunos tuvimos la suerte de empezar a tener uso de razón cuando Denoueix guiaba a un equipo a rozar la gloria con los dedos y poder estar al lado de los más grandes. Pero toca a su fin. Un viaje en el que después de ser campeones nos hicimos fuertes, y ganamos una Copa y pasamos de ser un equipo modesto a ser uno de los grandes de la Liga. Y lo seguimos siendo. Porque somos la Real. Pero hoy nos vamos. El viaje se acaba.

Ayer, al termino del partido de Anoeta, empezó nuestro viaje por el laberinto de lo desconocido, cuando un grupo de seguidores donostiarras aguardaba a los jugadores para mostrarles su apoyo más incondicionales y hacerles ver que no estarán solos en esto. Que somos la Real. Fue tremendo poder vivir esos momentos al mismo tiempo que en otros puntos de la geografia liguera se insultan, se tiran piedras o queman palcos. Pero a nosotros no nos ocurren esas cosas. Porque el viaje toca a su fin, pero siempre seguiremos siendo la Real.

Por mucho que se hayan cometido errores, que los que actualmente ocupan el palco de Anoeta sean indignos de él, por mucho que la Real, en estos 40 años, haya cedido a demasiadas tentaciones, a caer en lo fácil y a coquetear con la relajación dejandonos quemar por los fuegos del infierno, seguimos siendo la Real. Por mucho que se haya metido la pata una y mil veces, y aunque empieze un viaje para muchos desconocido, seguiremos siendo la Real.

Otras veces se han jugado partidos a vida o muerte por causas más nobles, pero el de ayer no. El partido de ayer era un partido por la salvación, por seguir con vida. Savio marraba un penalti. Una hora después el cielo de San Sebastián se encapotaba y descargaba su ira en forma de lluvia y truenos, un espejo de los rostros de los miles de aficionados que no podiamos creer lo que estaba ocurriendo.

Savio fue el que falló el penalti, pero nadie se lo recriminó. Resulta paradójico que el hobre que nos ha permitido llegar hasta aquí, sea el castigado con el lanzamiento de la pena máxima que nos habría de par en par las puertas de la permanencia. Savio que con su juego alegre, con su calidad incomparable a la de ningún compañero del equipo, con sus 5 goles y varias asistencias ha provocado la reacción de la Real hasta casi lograr la gesta. Por eso fue él quien no dudó en tirar el penalti, quería rematar la faena. Todos estabamos con el corazón en puño pensando que el nuevo Dios de la Real no fallaría. Calatayud, que se puede presumir que estaba megaprimado, destrozó con sus tacos el puto de penalti, y así Savio no sólo fallo el lanzamiento, sino que también el posterior rechace.

Donosti se derrumbó. El silencio asolador sólo se vio roto cuando el colegiado pitó el final del viaje de la Real para aplaudir a sus jugadores sin mostrar ningún gesto de enfado.

Es cruel que quien nos trajo hasta aquí sea quien nos aleje del sueño. Lo único importante al final de este viaje es que recuperemos las señas que un día tuvimos, y nos olvidemos de los errores que nos tienen con pie y medio en una Segunda División que la mayoría no conocemos. Como todavía nos falta terminar de poner el otro pie, por si acaso, en Valencia habrá que pelear hasta el final. Porque somos la Real.

Aunque ya nada pueda devolver la hora

del esplandor en la hierba, de la gloria en

las flores, no hay que afligirse porque la

belleza siempre subsistirá en el recuerdo