Sí. Juego limpio en su máxima expresión, con letras mayúsculas. Lo pudimos ver el pasado domingo en el Renzo Barbera de Palermo. Y es una pena que, fuera de Italia, nadie le haya dedicado el espacio que merece, en el fútbol actual, un hecho de las carácterísticas del que protagonizó Franco Brienza, ex jugador del Palermo y ahora en la Reggina. Quizá a algún aficionado de la Reggina le cueste entenderlo (más en un país tan visceral como Italia), pero no parece que tener que explicarlo sea un problema para Franco Brienza, un jugador magnífico, y no sólo desde el punto de vista técnico.
Mínuto dos de la reanudación en Palermo: Franco Brienza se cuela como un misil entre la defensa rosanera y se planta cara a cara contra Amelia. Por el rabillo del ojo ha visto una imagen que le ha quedado clavada en la cabeza: Corradi y Balzaretti han chocado cabeza con cabeza en el centro del campo y han caído al suelo. Mientras toda Reggio aguantaba la respiración, se inclinaba en las sillas, flexionaba los brazos haciendo un ademán de celebración, Brienza se quedaba quieto. No había sido el gran gol que hubiese podido ser. Por su cabeza nunca pasó marcarlo. Amelia se giró hacia las gradas reclamando una ovación para su rival. Y llegó con un aplauso atronador. Farina corrió hacia el jugador, le felicitó y le dio la mano.
Me gustaría que los aficionados de la Reggina, sin ser hipócritas, se den cuenta del gesto y aplaudan. Como todo el mundo. Para ellos, un equipo que necesita luchar cada uno de los puntos del campeonato, puede ser especialmente duro. Que nadie sea injusto e intente polemizar. Brienza lo hubiese hecho contra el Palermo o contra el Inter. No lo hizo por evitar marcar contra su ex equipo. Él es un gran profesional que ya salvó a la Reggina del descenso la temporada pasada. Y es un gran deportista, porque cuando hay puntos en juego, la nobleza y la deportividad suele verse superpuesta. Por eso, aunque la Reggina esté en descenso y le duela, tiene tanto mérito.
Mínuto dos de la reanudación en Palermo: Franco Brienza se cuela como un misil entre la defensa rosanera y se planta cara a cara contra Amelia. Por el rabillo del ojo ha visto una imagen que le ha quedado clavada en la cabeza: Corradi y Balzaretti han chocado cabeza con cabeza en el centro del campo y han caído al suelo. Mientras toda Reggio aguantaba la respiración, se inclinaba en las sillas, flexionaba los brazos haciendo un ademán de celebración, Brienza se quedaba quieto. No había sido el gran gol que hubiese podido ser. Por su cabeza nunca pasó marcarlo. Amelia se giró hacia las gradas reclamando una ovación para su rival. Y llegó con un aplauso atronador. Farina corrió hacia el jugador, le felicitó y le dio la mano.
Me gustaría que los aficionados de la Reggina, sin ser hipócritas, se den cuenta del gesto y aplaudan. Como todo el mundo. Para ellos, un equipo que necesita luchar cada uno de los puntos del campeonato, puede ser especialmente duro. Que nadie sea injusto e intente polemizar. Brienza lo hubiese hecho contra el Palermo o contra el Inter. No lo hizo por evitar marcar contra su ex equipo. Él es un gran profesional que ya salvó a la Reggina del descenso la temporada pasada. Y es un gran deportista, porque cuando hay puntos en juego, la nobleza y la deportividad suele verse superpuesta. Por eso, aunque la Reggina esté en descenso y le duela, tiene tanto mérito.
1 comentario:
Impresionante gesto. En este futbol mecanizado, marketingizado, vendido, globalizado, interesado y vendido al "ganar como sea", un gesto como el de Brienza merece un sincero y enorme aplauso, tanto por increíble como por necesario.
Un abrazo crack.
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