Inter y Roma, todos campeones

Desde hace dos temporadas es el auténtico derbi de Italia. Sólo dos equipos han podido disputar los títulos en un duelo infinito. Y el domingo realmente parecía no tener fin. Ni siquiera en el minuto 90 del partido, cuando el Inter ganaba 2-1 y a la Roma sólo le quedaba un corner para intentar igualar el resultado y forzar la prórroga: barullo en el área, gol y empate. Ni siquiera cuando, en el quinto lanzamiento de penalti, Totti, que le podía dar el título a su equipo, estrellaba el balón en el travesaño. Después empataría la cuenta Cambiasso, fallaría Juan y en el decimocuarto lanzamiento desde los once metros, el otro capitán, Javier Zanetti, conseguía el trofeo para los neroazzurri. Una prueba (el gol en el descuento y los 14 penaltis) de lo grandes que son estos equipos y de lo equilibrado que es este duelo.

Esta Supercoppa tiene muchos matices: del gol de Muntari en su debut oficial al coraje de Baptista, que también en su debut luchó durante 120 minutos sin parar y no erró desde los once metros. Pero sobretodo, debemos destacar la gran labor de Mourinho, que jugó muy bien en el primer tiempo, hizo que su equipo apretase los dientes en la reanudación y que después no usa los triunfas para provocar a los demás, si no para transmitir sensaciones positivas, también ajenas. Elogió a la Roma y al fútbol italiano, del que dijo que podía ser también muy bonito. Y después elogió a Roberto Mancini, "porque si he podido ganar esta copa es gracias a él, que ha ganado tres Scudetti".

A Franco Sensi, ex presidente de la Roma fallecido la pasada semana, donde quiera que esté, se le habrá dibujado una sonrisa de ironía con esta derrota mientras se mesaba los cabellos. E igualmente le estaría muy agradecido a sus chicos, a los que él amaba tanto, que lucharon dando hasta el último aliento para intentar dedicarle y regalarle este trofeo. Y entre todos ellos, tendrá un agradecimiento especial para Francesco Totti, el hijo que nunca tuvo, que más que nadie quería brindarle la Supercoppa y que, sin embargo, falló el penalti decisivo. El presidente seguirá muy orgullo de él, que siempre ha preferido ser un símbolo de Roma que una estrella mundial. Y por las victorias, si la Roma sigue así, que no se preocupe, que hay tiempo.